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domingo, 25 de julio de 2010

Semántica social de la miseria carcelaria

El incendio del 8 de julio en la cárcel de Rocha fue accidental, pero no casual. Quedaron doce muertos y ocho quemados graves.
El hacinamiento, el frío, la falta de medios y la improvisación nos llevaron allí. La Ley de Emergencia Carcelaria fue aprobada en la estela turbulenta de la tragedia. Parece que la sociedad y el sistema político empiezan a despertarse, pero las condiciones no han cambiado.
La miseria carcelaria, habilitada expresa o tácitamente por la ciudadanía y el sistema político, ¿qué significa, cómo debe leerse en clave social?
El archipiélago carcelario es un mundo aparte, es el OTRO mundo, el de la muerte social, donde no valen ni los principios ni derechos que protegen a los ciudadanos que viven de este lado. Al entrar allí no se pierde solo la libertad, también se pierde el derecho a la dignidad, al estudio, al trabajo y a la decencia. Es un mundo donde mandan las mafias de los presos, un mundo sin otras leyes que las que hacen los fuera de la ley. La herida en la dignidad de la persona que inflige la cárcel uruguaya no es reversible; no alcanza con soltar al tipo para que recupere su vida y sus derechos; en la mayoría de los casos su vida ha sido destruida, sus dignidad mancillada, su valor es medido por otros raseros. Al salir se encuentra sin mujer, sin familia, sin casa y sin trabajo. No perdió solamente su libertad, perdió toda su vida anterior. Muy pocos tienen los recursos propios - autoestima, familia y amigos - para sobreponerse a tan mala liga.
La cárcel es mucho más que una sanción transitoria proporcional a la falta cometida. La cárcel, con su miseria y su abandono, con su corrupción, con su mezcla arbitraria de horizontes y condiciones, expresa un rechazo de la sociedad de afuera, es una etiqueta y una condición estampada sobre el individuo preso, es una expresión de abrumador y aplastante desprecio, es un encierro que perdura más allá de la condena o la sanción.
Para colmo del absurdo, este sistema carcelario agrava los problemas de seguridad, porque afianza y encumbra a los violentos, y los arropa con un círculo de cómplices y sirvientes.
Para reintegrar a los delincuentes, o los considerados tales, primero hay que reintegrar las cárceles al mundo social de los derechos y de la civilización democrática.

5 comentarios:

  1. Este es un tema sobre el que hay seguir pensando y discutiendo. Sobre todo no dejarlo dormido hasta que ocurra otra tragedia.

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  2. Estimado Eduardo, siendo un tema del que tengo poco conocimiento, mi pregunta es: ¿hay forma de reintegrar las carceles como tu dices? ¿Hay alguna sociedad en las que las carceles funcionen? Muchas veces he pensado el tema y se que es imposible imaginarse una sociedad donde las faltas contra los ciudadanos o el conjunto no sean sancionados, pero aun sin encontrar una alternativa, creo que quitar la libertad a las personas y encerrarlas en un circuito enfermo no funciona.
    No se que hacer, pero imaginarme a marginados de la sociedad obligados a marginarse aun más, es simplemente un camino sin retorno.

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  3. Estimado Eduardo, siendo un tema del que tengo poco conocimiento, mi pregunta es: ¿hay forma de reintegrar las carceles como tu dices? ¿Hay alguna sociedad en las que las carceles funcionen? Muchas veces he pensado el tema y se que es imposible imaginarse una sociedad donde las faltas contra los ciudadanos o el conjunto no sean sancionados, pero aun sin encontrar una alternativa, creo que quitar la libertad a las personas y encerrarlas en un circuito enfermo no funciona.
    No se que hacer, pero imaginarme a marginados de la sociedad obligados a marginarse aun más, es simplemente un camino sin retorno.

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  4. fallan las carceles o falla el sistema.
    me pregunto

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  5. fallan las carceles o falla el sistema????

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