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domingo, 4 de octubre de 2015

Amodio y su traición II

Hace un año y medio, el 29 de mayo de 2013, luego de la entrevista de Gabriel Pereyra con Héctor Amodio Pérez, o sea de su “aparición”, publiqué una entrada del blog que titulé igual: Amodio y su traición.
En el tiempo transcurrido desde entonces este personaje publicó un libro, vino a Uruguay a presentarlo, y quedó preso, “procesado con prisión por reiterados delitos de privación de libertad” (El Observador, 14 de setiembre de 2015).

Sorprendente procesamiento

Confieso que su procesamiento me sorprendió, y me plantea preguntas. El crimen inextinguible, en Uruguay, fue el terrorismo de Estado: fueron  las detenciones arbitrarias operadas por personal militar, las víctimas retenidas por tiempo indefinido en lugares no comunicados a sus familias y sin intervención del juez, mantenidos bajo capucha y torturados, a veces hasta la muerte, los desaparecidos. Fue la suspensión de garantías individuales, sancionada en el Parlamento, y la ausencia de actuaciones judiciales, que dejaba el control total en manos de la autoridad militar. El juez militar tomaba declaración al detenido al lado del tacho del submarino en el cual se le torturaba. Asimismo, la participación civil en la dictadura, decorativa u operacional, fue muy importante, tanto en la época de Bordaberry, como después.
Los que tienen edad lo recuerdan: las chanchitas recorriendo las calles y deteniendo a quien quisieran, encapuchándolo y tirándolo a patadas adentro; la tortura era general y empezaba allí.
El fiscal y el juez que procesaron a Amodio, ¿están pensando en procesar a todos los que participaron en los arrestos y en las torturas? Si fuera asi, tienen muchísimo trabajo por delante. Recientemente fue muy sonado el caso del general Barneix, procesado por su responsabilidad en la muerte de Aldo (El Chiquito) Perrini en la tortura, que ocurrió durante su guardia cuando era teniente. Se trata de homicidio. Por tortura o privación de libertad remontando a esa época no ha sido procesado nadie; si no me equivoco, Amodio es el primero. ¿Los delitos de Amodio son de lesa humanidad? ¿El prisionero que colabora es asimilado a un militar? Veremos cómo sigue el caso. Su resolución tendrá consecuencias sobre la situación legal de mucha gente.

La traición de Amodio y las otras

Amodio traicionó al MLN, cambió de bando, colaboró con sus enemigos. Muchos uruguayos lo sienten como si su traición hubiera sido, no al MLN, sino a todos. Es un “traidor”, sin más, en general.
Me importa poco el MLN, tanto el de aquella época como el de ahora, lo tengo en poco aprecio y que lo haya traicionado o no me deja indiferente. Me refiero obviamente a la organización, no a la gente que militaba alli.
Pero Amodio no solamente traicionó al MLN, sino que se pasó al bando del enemigo común de todos, al bando de los torturadores terroristas que actuaban en nombre del Estado, entonces no puedo mirarlo como un problema ajeno, una cuestión que interesa solamente al MLN.
Tampoco puedo mirar de afuera, como algo que interesa solamente a otros, las negociaciones que entabló la dirección prisionera del MLN con los militares sus carceleros en el Batallón Florida intentando promover un golpe de estado “bueno”, o sea “peruanista”. Pero estos dirigentes no son calificados de traidores como lo es Amodio. Colaboraron y conspiraron con los mismos torturadores que Amodio, u otros, no importa. Investigaron los “ilicitos” para comprometer a la clase política, trabajaron para ellos, comprometieron a sus compañeros todavía libres, contribuyeron así quizás a que fueran capturados. Pero sobre todo se cambiaron de bando, se identificaron con una fracción militar. Su “traición”, lo pondré sin comillas, su traición es diferente de la de Amodio, pero es traición igual.
Creo, sin embargo, que ni Amodio ni los dirigentes del MLN que se pusieron al servicio de los oficiales del Ejército que creían “peruanistas” cambiaron de naturaleza cuando hicieron lo que hicieron. Hubo continuidad, porque a la dictadura el MLN la llevaba en la sangre, en el ADN, como se dice ahora.

Uruguay comparado con Italia

No puedo evitar comparar el caso uruguayo de represión de la guerrilla con lo sucedido en Italia en los años 80, con el desmantelamiento de las Brigadas Rojas, y la lucha contra la Mafia, contra la P2, contra las diferentes mafias que pululan en la península. En todos los casos el rol de los “arrepentidos”, tanto de mafia como de brigadistas, fue decisivo. La información no fue obtenida mediante tortura. Todo se hizo con garantías procesales.
Para las Brigadas Rojas la derrota política que siguió al secuestro y el asesinato de Aldo Moro fue crucial para disolver sus filas y quebrar la resolución de numerosos militantes que decidieron apartarse de ese camino. Los brigadistas quedaron aislados y fueron repudiados por todo el espectro político, incluso y muy especialmente por la izquierda, que reaccionó con horror ante el asesinato. Muy importante fue la actitud del Partido Comunista Italiano, porque no hay que olvidar que el secuestro de Aldo Moro fue dirigido a torpedear una inminente participación suya en el gobierno, que hubiera sido una primicia en el mundo de la OTAN. El PCI asumió a las BR como su enemigo y promovió la ruptura de la clase obrera con el brigadismo, con el cual de todos modos nunca había sido muy afín.
El caso de Tommaso Buscetta (“Don Masino”), el primer alto responsable de la mafia siciliana en colaborar con la justicia, permitió desmantelar una buena parte de la “Cosa Nostra” y llevar ante los tribunales a un gran número de criminales mafiosos.
Nadie llamaba traidor a Buscetta, salvo los mafiosos que había puesto al descubierto, en cambio se le llamó “pentito”, arrepentido. Tampoco se llamó así a los brigadistas que pasaron a colaborar en el desguace de su organización. Nadie se burla de ellos ni hace escarnio de su nombre, por más que generen tristeza, y muchos estuvieron largos años presos y tuvieron que encararse con sus víctimas.
La principal diferencia es, me parece, la legitimidad del régimen con el que colaboraban, y también la dignidad de la autoridad a la que se sometían. En el caso de Italia se confesaban con los jueces, muchos de los cuales fueron luego asesinados por la mafia, como el Juez Giovanni Falcone; en Italia era a un estado legítimo, con garantías. En el caso de Uruguay la colaboración y la negociación fue con unos militares usurpadores del poder, terroristas de estado.

1 comentario:

  1. Si bien te asiste la razón formal, la realidad es que los militares son considerados traidores pese a que los exime la realidad política imperante, ley o no. Como no a Amodio, a éste le cae el sayo.
    Andres

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